Te esperaba
a la salida del cine. Al ver que tardabas más que de costumbre decidí entrar a
por ti. No te veía por ninguna parte. Me asusté y empecé a buscarte entre la
gente. Comencé a gritar tu nombre. No respondías. Miré en los baños, en las tiendas y en las
escaleras, pero tú no estabas por ningún sitio. Pedí permiso para entrar en las
salas y después de mucho rogar, el encargado me dejó buscarte, no sin cierto
mosqueo.
Entré en la
primera sala, en la que se estaba proyectando una película de niños. Entre las
risas infantiles y los diálogos poco elaborados te seguí buscando, hasta que oí
tu voz. Me giré y vi tu cara plasmada en una caricatura, actuando en la
pantalla. Estabas con un tren parlante y un mono policía con una banana por
pistola. Tu “yo” en dibujo animado me
llamaba a seguirte. Te miré, incrédulo. Estiraste el brazo señalando hacia la
derecha y desapareciste.
Corrí hacia
la siguiente sala. Y allí volvías a estar, corriendo con cara de terror por un
bosque oscuro, perseguida por una sombra. Un gruñido, como animal, surcó la habitación
en penumbra. Vi el miedo en tus ojos. Te quedaste parada, en seco, como
inmovilizada, mirándome fijamente a los ojos, y echaste a correr de nuevo hacia
la derecha.
Volví a salir de la sala para entrar en la
siguiente. Ahora entrabas esposada en una celda llena de reclusas. Una te pegó
un puñetazo en la cara e instintivamente cerré los puños. “¿qué clase de broma
es esta?” pensé. Te sangraba el labio. En un rápido movimiento pasaste tus
brazos por encima de su cabeza y colocaste las manos en su cuello, ahogándola
con las esposas. Después de unos angustiosos minutos la soltaste, cuando por
fin dejó de respirar, y echaste a correr.
Fui a la
siguiente puerta y allí, en esa puta pantalla, de nuevo, volvías a estar tú. Me estaba volviendo loco. Te
vi entrar en una iglesia, vestida de blanco, radiante, emocionada y preciosa.
Caminabas hacia el altar. Fui hacia la pantalla, hacia ti y me tendiste tu
mano. La cogí sin ser apenas consciente de lo que hacía, como embobado por tu
belleza y de pronto estaba ahí, a tu lado. Te besé levemente la mejilla. ¿Esto
es real? Pensé, pero no dije nada. Era tan feliz en ese momento. Me giré para
ver a los invitados. Me sorprendí de lo que vi. Sentados entre nuestros
familiares había reclusas vestidas con su traje naranja, un tren parlante
acompañado de un mono y una especie de hombre lobo sentado al lado de tu madre.
Oí una carcajada que me erizó la piel. Me volví lentamente y allí estaba el
cura, con una careta y una pistola. Me apuntó a la cabeza y oí el ruido del
disparo.
Retos literarios en :reto-literario
Me hizo recordar cuando de niño veía mis series favoritas o la peli que me gustaba después me imaginaba parte de la historia.
ResponderEliminarMe encantó el relato muy entretenido😊